La atrofia cerebral de Carlos II era un reflejo de Castilla y su imperio coagulado. Victus. Albert Sánchez Piñol
Iniciamos hoy una serie que hubiéramos preferido no tener que comenzar, pero lamentablemente, y habida cuenta de la abundancia de material, nos tememos que va a ser bien extensa. Recogeremos aquí muestras de la castellanofobia que nos vayamos encontrando en nuestro paseo por la Historia y evidentemente, también por los libros de Historia.
Empezaremos con "Victus" de Albert Sánchez Piñol. Novela muy publicitada en los medios y gran éxito de ventas a lo largo del último año en Cataluña. No es de extrañar, pues sintoniza perfectamente con el proceso soberanista que está teniendo lugar allí. En el resto del Estado, y probablemente después de leer esta entrada el lector pueda imaginarse las razones, se ha vendido muchísimo menos.
Se trata de una novela histórica en la que se narran las andanzas de Martí Zuviría, un joven ingeniero militar catalán tarambana y golfo que se pasea por diversos escenarios de la Guerra de Sucesión, hasta terminar viendo la luz y el sentido de la vida durante el asedio de Barcelona por parte de las tropas borbónicas.
Obviamente la carga política catalanista que rezuma la novela no pasó desapercibida para casi nadie. El autor en diversas entrevistas ha tratado de matizarla señalando que su novela también contiene algún aspecto poco grato al nacionalismo catalán. Por ejemplo, poner de manifiesto que el mérito de la defensa barcelonesa recayó en el militar austracista de origen castellano Antonio de Villarroel, mucho más que en el homenajeado cada 11 de septiembre Rafael de Casanova (1). Ignoramos cuanto de mal le puede haber sentado a ciertos nacionalistas el protagonismo de D. Antonio. Pero estamos convencidos de que no alcanza ni de lejos para pretender hacer pasar por imparcial, o incluso respetuosa, una obra que desgrana machaconamente los peores tópicos anticastellanos del catalanismo.
Estatua del Conseller en Cap de Barcelona en 1714 Rafael de Casanova (1660-1743)
Durante la guerra fue herido en un muslo. Después trabajó como abogado.
Durante la guerra fue herido en un muslo. Después trabajó como abogado.
Sobre ciertas disquisiciones históricas del protagonista, bastante opinables, no vamos a ocuparnos demasiado. Nos centraremos básicamente en algunas de las muchas perlas que dedica a los castellanos el "héroe" de la novela.
Si César decía de la Galia que podía dividirse en tres partes, de la Hispania que siguió a la caída del Sacro Imperio Romano Germánico habría podido asegurar que se dividió en tres franjas, de norte a sur. Una de esas franjas verticales es Portugal. Si ustedes miran el mapa verán que ocupa el tercio atlántico de la Península. La franja más ancha es Castilla, en el centro. Y luego hay otra franja de terreno, invisible en los mapas de hoy, que recorre la costa mediterránea. Eso es, más o menos, la corona catalana (o lo fue; ahora ya no somos nada).
Aunque esos reinos eran cristianos, tenían sus propias dinastías, su idioma, su cultura y una historia propia. Se fiaban tan poco los unos de los otros que siempre estaban a la greña. Y no es extraño. Cataluña y Castilla eran dos mentalidades opuestas. Más allá del santoral, no tenían nada en común. Castilla era un país de secano; Cataluña, mediterránea. Castilla, aristocrática y rural; Cataluña, burguesa y naviera. Los paisajes castellanos habían engendrado unos señoríos tiránicos.
Lo primero que llama la atención es la aparición sorpresiva en el alegato del "Sacro Imperio Romano Germánico" (!?). Lo segundo es que para el protagonista Cataluña viene a equivaler en la práctica a la Corona de Aragón. No sabemos como le sentará tal cosa a aragoneses o valencianos, pero podemos imaginárnoslo. En la visión maniquea bien contra mal, Cataluña contra Castilla, por lo visto tampoco tienen sitio otras realidades como Andalucía, Galicia o Vasconia. Solo la mediterránea y naviera Cataluña contra la rural, aristocrática, tiránica y para más inri, de secano, Castilla. Ya tenemos aquí el motivo que Sánchez Piñol irá estampando una y otra vez a lo largo de su novela.
La hidalguía española...la hidalguía española...¡Me tiro un pedo en su hidalguía! ¿Qué teníamos nosotros que ver con esa gentuza? Para un castellano de pro trabajar era una deshonra; para un catalán, la deshonra era no trabajar
Viniendo de un nacionalista catalán no podía faltar el tópico del castellano gandul. Aun suponiendo que fuera cierto que buena parte la nobleza castellana se mostrase especialmente vinculada a las armas y refractaria a las actividades comerciales o industriales, cabría preguntarse que porcentaje podría significar esta clase social sobre el total de la población. Las grandes masas de campesinos, que suponían la mayoría, los artesanos y tenderos a los que la desalmada política fiscal de los Austrias con respecto a Castilla no había obligado a cerrar el negocio y emigrar a América, desde luego que trabajaban. Les iba la vida de su familia en ello. Sabemos que no pocas respetables familias catalanas del XIX hicieron grandes capitales mediante el ilegal pero lucrativo trafico de esclavos a Cuba y Puerto Rico. ¿Sería justo por ello generalizar y decir que la burguesía catalana, o incluso el mismo pueblo catalán se caracterizan por su rapacidad y sus escasos escrúpulos a la hora de hacer dinero?. Estamos convencidos de que no.
Tampoco acierta el autor cuando aviesamente carga a Flandes en la cuenta de Castilla. En realidad en Flandes a los castellanos se les había perdido tan poco como a los catalanes. Un rey de la Casa de Habsburgo, bastante inclinado a Cataluña por cierto, Carlos I, llegó al trono hispano tras múltiples carambolas dinásticas. Y trajo como invitado no deseado, y menos aun solicitado, un lote variopinto de posesiones europeas por parte de su dinastía. Y las consiguientes rencillas, conflictos y guerras que llevaban aparejadas. Otro tanto cabría decir de las confrontaciones religiosas que pronto estallarían en aquellas tierras.
Como las libertades de Castilla fueron aplastadas por el Emperador en las campas de Villalar en 1521, su riqueza y población pudo ser esquilmada sistemáticamente en la defensa de los intereses de la casa reinante austriaca, completamente ajenos a los castellanos. Sánchez Piñol demuestra tener poco conocimiento histórico o mucha animadversión a Castilla para pintar a la principal víctima de la situación como el único culpable.
A Sánchez Piñol no parece gustarle prácticamente nada de Castilla. Y el paisaje no es una excepción. Cada vez que la acción se desarrolla en algún lugar castellano, el autor siempre encuentra alguna palabra despectiva para caracterizarlo. La ciudad de Albacete es definida como "un sitio tan feo como frio" y la campiña de Almansa es simplemente "estas tristes tierras".
Como cabía esperar de cualquier nacionalista catalán de pro, Sánchez Piñol reserva una buena parte de su desdén para el supuesto origen de todos los males. Nos referimos, evidentemente, a Madrid. He aquí una muestra:
Por no gustar, al protagonista de la novela no le gusta ni Toledo. La despacha como una ciudad pequeña, tras la que, al pasar unos huertos, se "extendían esos páramos de vegetación miserable". Y es que cualquiera diría que a Martí Zuviría-Sánchez Piñol la simple cercanía a Castilla le parece que afea cualquier paisaje: "estábamos en tierra aragonesa, tan yerma como la castellana, pero reino aliado".
Dejamos para el final la frase que resume toda la esencia anticastellana del libro, del protagonista, y por lo que parece, también del escritor:
[En Cataluña] Madrid no tenía derecho a reclutar carne de pólvora para sus guerras en Flandes, las llanuras de los patagones o cualquier apestoso rincón de la Florida, y en cuanto a los capitales recaudados, la cifra que los catalanes aportaban a la corona tenía que ser aprobada por los propias Cortes [catalanas].Habría mucho que comentar sobre este párrafo y sobre la grosera manipulación que subyace detrás. Antes que nada llama poderosamente la atención que Sánchez Piñol entre todos los sitios donde podían los castellanos ejercer de carne de pólvora se "olvida" de citar algunos bastante significativos. En concreto todos aquellos pertenecientes a la Corona de Aragón, y que tras el matrimonio del Isabel con Fernando los castellanos hubieron de defender con su sangre y con su dinero. Nos referimos por ejemplo al Rosellón, (lo que desde el catalanismo se suele denominar como Catalunya Nord), apetencia constante de la poderosa Francia. Nos referimos a Nápoles, a Sicilia, a Cerdeña, donde la monarquía francesa también tenía intereses. Nos referimos en general a las rutas comerciales del Mediterráneo Occidental, cada vez más amenazadas por los piratas berberiscos y sus protectores, los turcos. ¿Acaso no tenían más obligación moral de contribuir a la defensa de aquellos territorios los catalanes que los castellanos?.
Tampoco acierta el autor cuando aviesamente carga a Flandes en la cuenta de Castilla. En realidad en Flandes a los castellanos se les había perdido tan poco como a los catalanes. Un rey de la Casa de Habsburgo, bastante inclinado a Cataluña por cierto, Carlos I, llegó al trono hispano tras múltiples carambolas dinásticas. Y trajo como invitado no deseado, y menos aun solicitado, un lote variopinto de posesiones europeas por parte de su dinastía. Y las consiguientes rencillas, conflictos y guerras que llevaban aparejadas. Otro tanto cabría decir de las confrontaciones religiosas que pronto estallarían en aquellas tierras.
Como las libertades de Castilla fueron aplastadas por el Emperador en las campas de Villalar en 1521, su riqueza y población pudo ser esquilmada sistemáticamente en la defensa de los intereses de la casa reinante austriaca, completamente ajenos a los castellanos. Sánchez Piñol demuestra tener poco conocimiento histórico o mucha animadversión a Castilla para pintar a la principal víctima de la situación como el único culpable.
Para los catalanes se trataba de una unión entre iguales. Castilla, con el paso del tiempo, fue olvidando ese principio fundador.Mucho nos tememos que nada hubieran deseado más los castellanos de los siglos XVI y XVII que la unión efectivamente hubiese sido entre iguales. No se trató de eso. La parte castellana, tras la derrota de las Comunidades, se vio obligada a sostener su carga, la de la dinastía y la que correspondía a los demás reinos. Cataluña fue política y fiscalmente privilegiada. Y lógicamente, después de dos siglos de continuas levas y auténtica persecución fiscal, Castilla ya solo era la sombra de lo que había sido cuando Isabel se casó con Fernando. No creemos que ningún reino de la corona de Aragón le arrendara la ganancia, no.
Posesiones de la Corona Catalano-aragonesa
Muchas de ellas serían defendidas con la sangre y el dinero de los castellanos en los siglos XVI y XVII
[Las manos del castellano] solo pueden empuñar armas; lo contrario sería ensuciárselas, no comprende y menos tolera otras formas de vivir la experiencia humana: lo industrioso le repele. Si quiere prosperar, su misma concepción elevada de la dignidad, paradójicamente, lo empuja al saqueo de continentes indefensos o al miserable oficio de cortesano.Esta andanada merece una contestación más amplia de la que podemos dedicarle en este párrafo. Nos comprometemos a repasar algunos episodios significativos de las conquistas y expediciones catalanas en el Mediterráneo y comprobaremos si la huella que quedó por aquellas tierras tiene más que ver con la industriosidad catalana o con la rapacidad y el saqueo.
A Sánchez Piñol no parece gustarle prácticamente nada de Castilla. Y el paisaje no es una excepción. Cada vez que la acción se desarrolla en algún lugar castellano, el autor siempre encuentra alguna palabra despectiva para caracterizarlo. La ciudad de Albacete es definida como "un sitio tan feo como frio" y la campiña de Almansa es simplemente "estas tristes tierras".
Como cabía esperar de cualquier nacionalista catalán de pro, Sánchez Piñol reserva una buena parte de su desdén para el supuesto origen de todos los males. Nos referimos, evidentemente, a Madrid. He aquí una muestra:
No es Madrid la más bella de las capitales que puedan visitarse. Sus calles se abren al azar, para horror del ingeniero. Los desniveles roban perspectiva a los edificios y las fachadas son tan feas que es difícil de creer. El ornato público es mínimo [...] No fue hasta que la convirtieron en corte que ese pequeño villorrio comenzó a ganar alturas de capital.No tenemos por que entrar en los gustos estéticos del autor, ni en sus prejuicios. Pero es totalmente falso que Madrid fuera un villorrio antes de ser corte. Para cuando Madrid recibió la capitalidad en 1561, hacía casi cuatrocientos años que gozaba de su propio fuero. Contaba con un alcázar que había sido utilizado como residencia real muchas veces. Era una de las trece ciudades castellanas con derecho a voto en las Cortes, e incluso las había acogido en nueve ocasiones. Es verdad que era más pequeña que Toledo o Valladolid, las ciudades más importantes de Castilla en ese momento. Pero Madrid a principios del siglo XVI distaba ya mucho de ser el villorrio o el poblacho que sostienen algunos desde la ignorancia o la mala fe.
Por no gustar, al protagonista de la novela no le gusta ni Toledo. La despacha como una ciudad pequeña, tras la que, al pasar unos huertos, se "extendían esos páramos de vegetación miserable". Y es que cualquiera diría que a Martí Zuviría-Sánchez Piñol la simple cercanía a Castilla le parece que afea cualquier paisaje: "estábamos en tierra aragonesa, tan yerma como la castellana, pero reino aliado".
Dejamos para el final la frase que resume toda la esencia anticastellana del libro, del protagonista, y por lo que parece, también del escritor:
¿Que es Castilla? Cojan un páramo, pónganle una tiranía, y ya tienen a Castilla¡Desde luego, qué simpático se nos pone a veces Sánchez Piñol! No disponemos aquí del suficiente espacio para relatarle, y además probablemente sería ocioso, las Comunidades de Villa y Tierra, la Escuela de Salamanca, o los Comuneros, por citar algunas realidades anteriores a la época en la que se desarrolla la novela. Bastará señalarle un dato objetivo: este "páramo" llevaba celebrando cortes casi un siglo cuando se convocaron las primeras en su "libérrima" tierra.
(1) Rafael Casanova era la máxima autoridad política y militar de Cataluña en 1714 durante el sitio de Barcelona por el ejército borbónico, en el cual fue herido en un muslo. Cada 11 de septiembre los partidos catalanistas realizan una ofrenda floral ante su estatua, situada frente el ayuntamiento barcelonés. El dramatismo de este monumento y algunos relatos apócrifos llevaron a muchos a pensar que Casanova había sufrido un destino similar al de nuestros capitanes Padilla, Bravo, y Maldonado. Nada más lejos. Casanova no tenía ninguna vocación de mártir. Ante la inminente caída de la ciudad quemó los documentos que le pareció podían comprometerle y falsificó una partida de defunción a su nombre. Tras ello, vivió discretamente algún tiempo en casa de su hijo en Sant Boi de Llobregat. En 1719 obtuvo el perdón de Felipe V y pasó el resto de su longeva vida ejerciendo la abogacía en Barcelona. Falleció en 1743 de muerte natural.
Solo un pero al excelente artículo: ¿posesiones de la Corona catalano-aragonesa? Corona de Aragón más bien, que era el reino referencia y guía de aquellos territorios, el que creó al resto de reinos tras conquistárselos a los moros. Jerárquicamente Cataluña nunca estuvo a la altura de Aragón. Si ya es un error hablar de Corona catalano-aragonesa, más hondo aún lo es anteponer lo catalán (que no pasó de Principado y siempre dependió de Aragón) a lo aragonés. Lo que hace de Aragón una Corona es la suma de 3 reinos cristianos (y un Principado bajo uno de ellos), creados por él, a diferencia de la Corona de Castilla, que es la suma de solo dos reinos cristianos (Castilla y León) que no crearon nuevos reinos cristianos sobre las taifas (emiratos o reinos moros) conquistados por ellos. Por cierto, el mapa es demasiado generoso con la Corona de Aragón. Me da que le han incluido Navarra y que Valencia no era tan ancha. Saludos.
ResponderEliminarEstoy básicamente de acuerdo con Vd. en lo inapropiado de la denominación Catalano-aragonesa, siendo simplemente Corona de Aragón la forma más fiel a la historia y la que se ha empleado tradicionalmente. Opté por ponerlo así por ser la primera la forma la que parece se ha impuesto en Cataluña y por ser precisamente el artículo una manera de denunciar el doble rasero que en lo que a juzgar imperialismos se refiere ha ido tejiendo la historiografía catalana, de la que bebe el Sr. Sánchez Piñol. Fustigando sin piedad el pasado castellano pero celebrando y exagerando -incluso en la denominación, como vemos- el suyo propio. Respecto a lo del mapa, reconozco que no me había percatado. Está sacado de Wikipedia. Un saludo y gracias por su comentario.
ResponderEliminar"Lo que hace de Aragón una Corona es la suma de 3 reinos cristianos (y un Principado bajo uno de ellos), creados por él,"
EliminarRealete suena cómico lo que dice usted. Aragón no crea el condado de Barcelona ni tampoco lo invade ni nada parecido, la unión se hace al revés entregando la Heredera Aragonesa al Conde de Barcelona cuando esta tenía un año. Vamos, eso no es crear nada. De hecho el título de Rey de Aragron nunca otorgó ningún derecho sobre los condados catalanes.
y la distinción entre reino y condado tampoco tienen mayor relevancia. Aragón Castilla y Portugal también comenzaron su andadura histórica siendo condados dependientes de Navarra el primero y Asturias/León los segundos y luego devinieron independientes. la diferencia entre un condado independiente y un Reino es simplemente semántica. los demás dieron ese salto nominativo y Barcelona no, pero la realidad era equivalente.
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respecto a lo del Imperialismo catalán, pues ya ven ustedes, y fácil es de entender la diferencia, Barcelona siguió siendo un condado, Curioso imperialismo.y las ganancias territoriales se las llevó Aragón que llegó a tener la casi totalidad de las actuales provincias de Castellón y Tarragona y todo el sur de la de Lérida. (aunque ya ven que en esos territorios no hablan Aragonés) y el resto de "ganancias" territoriales se gestionaron como reinos distintos aunque al final todos los títulos recayesen en la misma persona, . Ustedes mismos reconocen que los castellanos lo hicieron diferentes (aunque olvidan que también existieron reinos como el de Jaén, Murcia, Cordoba, Sevilla, Granada, ya ven sigue siendo un tema semántico ya que eran reinos pero subordinados a Castilla, cosa que nunca ocurrió con el condado de barcelona que era condado, pero no estaba subordinado a Aragón [tampoco al revés], y era completamente independiente)
1º Lo de que Aragón no crea el condado Barcelona es cierto, y nunca hemos dicho tal cosa en este blog.
Eliminar2º Lo de que la diferencia entre reino y condado era puramente semántica simplemente es falso. El Rey por definición es soberano. El conde no lo es. Estaba sujeto a un Rey o a un emperador. La diferencia es por tanto jurídica. Cierto que el feudalismo implicaba un reparto del poder y la autoridad real con los nobles feudales, y que en determinadas circunstancias, por la debilidad del monarca o la lejanía geográfica, estos gozaban de autonomia casi total. Pero jurídicamente según la legalidad internacional de la época no eran reconocidos como soberanos. Igual que la legalidad internacional a día de hoy no reconoce al Kurdistan como estado independiente, por mas que en la practica pueda actuar como tal.
3º En ese sentido hasta el tratado de Corbeil en 1258 por el que el rey francés renunció a sus derechos, los condados catalanes legalmente y en última instancia dependían de él. Para entonces ya hacía mucho que Castilla, Aragón o Navarra eran territorios plenamente soberanos.
4º Respecto a las capitulaciones de la reina Petronila de Aragón y el conde Ramón Berenguer, decir que fueron impuestas por el padre de la novia el Rey Ramiro el Monje, y no fueron especialmente esplendidas. Más bien parece que incluso un poco humillantes para el conde, que no fue nombrado rey sino solo príncipe "administrador de la Casa, regente del reino". La reina era Petronila hasta que cedió sus derechos al hijo de ambos Alfonso. Y para colmo Ramiro también se aseguraba mientras viviera el dominio sobre los condados catalanes. Obviamente y pese a todo Ramon Berenguer no dudó en aceptar porque pasar de ser hijo de condes a padre de reyes suponía un gran salto en la escala social de la época. Lo que hoy en día denominaríamos un braguetazo.
5º Efectivamente Barcelona siguió siendo un condado, lo que no le impidió lanzar expediciones sobre Mallorca o Valencia. Imperialismo en la medida de sus posibilidades, pero imperialismo al fin y al cabo. Posteriormente cuando se unieron a la Corona Aragonesa, a los catalanes ya les fue posible participar en campañas de mayor alcance por Cerdeña, el sur de Italia e incluso Grecia, donde, dicho sea de paso, no guardan precisamente buen recuerdo de la presencia "catalano-aragonesa" por aquellas tierras...
5º Lo de los reinos de Murcia, Córdoba, Sevilla, ( ¡o incluso Toledo, lo más parecido a una capital que tenía Castilla!) eran simplemente títulos honorarios que acaparaban los reyes castellanos según iban derrotando a los emires musulmanes para "rellenar curriculum" y darse importancia, porque en ningún momento hasta la edad moderna dichos territorios, reconquistados a los árabes y repoblados en su inmensa mayoría por castellanos tuvieron otra identidad, otras leyes u otra administración que la castellana. Sus ciudades participaban en las cortes castellanas exactamente igual que las de el resto del reino. Por cierto que no le he leido nada acerca del discriminatorio estatus que sufría Mallorca en la Corona de Aragón... que ni tenía cortes propias ni participaba en las ajenas. Situación un pelín colonial que desprende cierto tufillo a imperialismo. ¿No le parece?
l'Arxiu de la Corona d'Aragó está en Barcelona porque así lo quiso su creador el Rey Jaume I, primero lo llamó Arxiu Real y luego como bien tú dices en catalán “Arxiu de la Corona de Aragó” hay muchos documentos escritos en catalán porque era la lengua de los Reyes de la Corona de Aragón pertenecientes a la Casa Condal de Barcelona, los descendientes de Berenguer IV, desde el primero Alfonso II al último Martí l’Humà, despues ya entro la dinastía de los Trastamara con Fernando de Antequera…la mayoría de los historiadores entienden la Corona de Aragón empieza con la boda de Berenguer IV y la Reina Petronila y la unión de los dos territorrios el Reino de Aragón y el Condado de Barcelona, mal que les pese a algunos Catalunya no pertenecía a la Corona de Aragón, Catalunya formaba parte de la Corona d’Aragó que es muy distinto.
ResponderEliminarNo es el primer caso que conozco de alguien cercano al nacionalismo catalán que la palabra "pertenecer" empleada en el contexto de identidad territorial les parece injuriosa. En realidad en castellano no tiene ni mucho menos por que tener ese sentido. Y se dice a menudo que Aranjuez pertenece a Madrid, que Sanabria pertenece a Zamora o que Avila pertenece a Castilla siendo obvio que en ningún caso se trata de colonias o protectorados sino que es una forma de expresar precisamente eso, su inclusión en un ámbito territorial superior. Aquí no se ha afirmado jamás que Cataluña fuera colonia de Aragón, solo que aunque durante algún tiempo fuera independiente de facto, hasta el tratado de Corbeil, Cataluña legalmente seguía vinculada al reino francés. Y desde ese momento, la soberanía pasó al Rey de Aragón (y conde de Barcelona, etc).
EliminarAmpliamente extendida es la acepción de Corona de Aragón, pero en 1286, aparece ya documentada la expresión «regno, dominio et corona Aragonum et Catalonie».
ResponderEliminarClaro, como escuece, conviene omitirlo....
Hombre, yo creo que con muuuucha diferencia la acepción más utilizada a lo largo de la historia es la que vd cita en primer lugar "Corona de Aragón". Y cuando precisamente todo el mundillo de la historiografía catalanista lo omite, según su respetable criterio, habría que convenir que algo les escuece...¿no cree?
EliminarEs correcto hablar de Corona Catalano-Aragonesa como denominación moderna de lo que también se llama Casal d'Aragó o Corona de Aragón, ya que se formó por la unión matrimonial del titular del condado de Barcelona (cuyos condes y sus súbditos ya eran conocidos como "catalanes" como consta desde al menos el Liber Maiolichinus de principios del siglo XII) y la princesa heredera del reino de Aragón. Que no sea una denominación histórica no le resta validez, pues de lo contrario no deberíamos hablar más del "Imperio Bizantino", como hoy se hace con total naturalidad, ya que ninguna fuente histórica medieval lo llama así (se llamaba "Imperio Romano" de Oriente o, como lo llamaban en Europa Occidental, "el imperio griego"). Tampoco deberíamos hablar del "Reino nazarí de Granada", pues los nazaríes no eran reyes, sino sultanes. Ya ve usted que en esto de historia hay innovación terminológica y no siempre nos atenemos a las denominaciones puramente históricas.
ResponderEliminarA ver, por favor no sea Vd. cansino. En lo que a nosotros respecta, los nacionalistas catalanes pueden llamar a la Corona de Aragón como les plazca. Como si la quieren llamar Manoli. Pero existiendo un nombre histórico, atestiguado en miles de documentos, y por el que se ha conocido a través de los siglos hasta hoy, cambiárselo solo porque a mediados del siglo XIX los padres del catalanismo descubrieron que no era de su agrado, al juzgar que no le daba a su tierra la trascendencia que a su juicio merecía...como que no nos parece oportuno. Y desde luego no cuente con nosotros para ello.
EliminarLas excepciones que Vd cita, son precisamente eso, excepciones. Lo normal y lo habitual es que los nombres por los que se conocen las realidades históricas no se cambien así como así, y menos a petición interesada de una de las partes. Creemos que el asunto está lo suficientemente claro como para que no perdamos más tiempo en él. Si quiere seguir debatiendo sobre "innovación terminológica" catalanista le emplazo a que lo haga en foros aragoneses donde no le resultará difícil encontrar antagonista. Pero, con todo respeto, comprenda que este simplemente no es nuestro problema.
El 90% de los documentos de la Cancillería Real de la Corona de Aragón están escritos en catalán. La lengua catalana y la bandera catalana (que incorporó más tarde Aragón, ya que su bandera era la cruz de San Jorge con 4 cabezas cortadas de "moros") fue la que coronó todos los territorios conquistados, desde el sur de Barcelona , Tarragona, Valencia, Islas Baleares, Cerdeña, Sicilia ....
ResponderEliminarParece ser que los reyes de la Confederación catalanoaragonesa están todos enterrados en Cataluña, menos uno, conocido como Pere ll o Pedro ll, que estuvo excomulgado por el mismo Papa que lo coronó
Aragón debió tener muy poca importancia, son los castellanos que se la dan. ¿no cree?
Jejejeje, lo de que "Aragón debió tener muy poca importancia", debería decírselo Vd. a los aragoneses más que a nosotros, ¿no le parece?. Yo me inclino a creer que no tendría tan poca cuando la Corona tomó su nombre, y cuando D. Prospero de Bofarull, director del Archivo de la Corona de Aragón y precursor del catalanismo, se tomó la molestia de falsificar el Libro de Repartimiento de Valencia, tachando los apellidos aragoneses para que parecieran menos. No le voy a negar, eso sí, que el hecho de que posteriormente le negaran una salida al mar al reino de Aragón, lastró bastante sus posibilidades de crecimiento. Sobre el origen aragonés o catalán de la bandera cuatribarrada de la Corona de Aragón, decir que pese a las toneladas de propaganda que se han vertido, y de lo que sugiere su comentario, no se puede especificar, por la sencilla razón de que no hay ninguna constancia de que se utilizara antes de que se unificaran los territorios, cuando los reyes que la utilizaban ya eran soberanos de ambos. Como este tema se aleja del objetivo de este blog, Castilla, no incidiremos más. Bastará poner este enlace donde creemos que se explica el asunto con total claridad: http://ferrandantequera.blogspot.com.es/2014/02/el-origen-de-las-barras-de-aragon-en.html
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