Únanse todos los leoneses y castellanos. Formen un frente cerrado y poderoso para construir una región autónoma, que pueda defenderse de los zarpazos de los demás y mirar el porvenir con esperanza.
Claudio Sánchez Albornoz. Por la Castilla Total
Mapa de Castilla, por el cartógrafo belga Gerardus Mercator (1.512-1.594)
Vamos a ser muy claros desde el principio: no hay ninguna razón histórica, cultural y menos aun lingüística para mantener divididas las tierras castellanas en diferentes Comunidades Autónomas.
Se alzan cada vez más voces sobre la conveniencia de un cambio en el modelo territorial, que tras casi cuarenta años de existencia parece dar signos de agotamiento. Unos hacen hincapié en la necesidad de aminorar el gasto autonómico, que en tiempos de múltiples recortes parece claramente desatado y difícil de sostener. Otros creen que es el momento de avanzar hacia un verdadero Estado Federal en el que las nacionalidades periféricas pudieran sentirse cómodas. Lo curioso es que ni unos ni otros parezcan haberse percatado de las ventajas que en ambos casos acarrearía la unificación de las Comunidades Autónomas de raigambre castellana.
Cualquiera puede entender que mantener una sola administración autonómica para todo nuestro territorio en lugar de las diversas actualmente en funcionamiento supondría un ahorro ingente de recursos. Y con sinceridad, ¿alguien cree que la realidad socio económica de España daría para mantener nada menos que 17 estados federados y 2 ciudades autónomas? Es simplemente inviable.
La unificación racionalizaría costes sin privar a los ciudadanos castellanos del autogobierno y de la capacidad de defender los propios intereses que, a buen seguro, mantendrán los demás pueblos de España. Porque, esa es otra. Hay quienes desde la periferia parecen muy por la labor de apoyar un federalismo asimétrico, reconociendo autonomías de segunda categoría... entre las de los demás. La propia, naturalmente, siempre la consideran la más histórica y la más digna de asumir todas las competencias, todas las singularidades y todos los privilegios habidos y por haber.
Durante la transición la razón principal que se dio para el descuartizamiento de Castilla fue su extensión y por tanto las relativamente elevadas distancias entre algunas provincias. Ese argumento podría tener alguna lógica en la España de los años 70 del pasado siglo, pero desde luego, hoy no. Con la mejora incesante de los medios de transporte y vías de comunicación (autopistas, autovías, ferrocarril de alta velocidad...) es elemental que en nuestros días se pueden recorrer multitud de kilómetros en el mismo tiempo que antes se empleaba en llegar a la capital de provincia más próxima. Pero no solo eso. El enorme desarrollo de la informática, el avance continuo de las telecomunicaciones y la revolución que ha supuesto internet permiten comunicarse e interrelacionar, como antes ni se había imaginado a ciudadanos, administraciones y empresas situados en puntos opuestos del planeta. ¿Qué sentido tiene en estas condiciones excusarse en la distancia para impedir el hermanamiento de las provincias castellanas en una sola comunidad?
Una Castilla Unida y consciente de su propia identidad tendría el peso y la fuerza suficiente para defender los intereses de sus habitantes, sin dejarse relegar ni despreciar, ni por el Gobierno Central ni por ninguna autonomía foránea. Podría poner en valor sus recursos económicos, su rico patrimonio cultural y su inigualable pasado histórico. Dispondría de las herramientas y potencialidades necesarias para garantizar la dignidad y el progreso de sus habitantes. Y es que ante el panorama que presenta actualmente el Estado español, cada vez resulta más clara una cosa: que solo la unidad del pueblo castellano puede asegurar su futuro.
Una Castilla Unida y consciente de su propia identidad tendría el peso y la fuerza suficiente para defender los intereses de sus habitantes, sin dejarse relegar ni despreciar, ni por el Gobierno Central ni por ninguna autonomía foránea. Podría poner en valor sus recursos económicos, su rico patrimonio cultural y su inigualable pasado histórico. Dispondría de las herramientas y potencialidades necesarias para garantizar la dignidad y el progreso de sus habitantes. Y es que ante el panorama que presenta actualmente el Estado español, cada vez resulta más clara una cosa: que solo la unidad del pueblo castellano puede asegurar su futuro.