miércoles, 10 de diciembre de 2014

¿En Qué se Parecen el Castellano y el Turco?


El pensamiento supersticioso que anima al nuevo tradicionalismo ha ido a alojarse ahora en las lenguas, en las culturas e identidad filológicas, cuando ya casi no cabe en ningún sitio (seguramente, a la espera de ver dónde pueda alojarse mañana). Amparado en la aceptación que encuentra en estas parcelas, y en la ignorancia general que existe sobre ellas, actúa políticamente de acuerdo con estos principios de error y prejuicio con beneplácito casi general.
Juan Ramon Lodares. El Paraíso Políglota


¿Sigue sin ver ninguna semejanza entre uno y otro idioma?. Un poco de paciencia, lea hasta el final.

Es un hecho constatado que la exaltación de la lengua particular del territorio, si la tiene, constituye uno de los puntales para cualquier nacionalismo. El cariño a la misma y la voluntad de preservarla en el tiempo nos parecen  algo totalmente comprensible y  razonable. Emplearla con objeto de separar en lugar de  comunicar, que es la verdadera razón de ser de cualquier idioma, no tanto. Y menos aún  que sirva de excusa para zaherir y despreciar al vecino.

Veamos un inocente ejemplo de como ya desde principios del siglo XX el nacionalismo periférico mezclaba política y filología  y empleaba el cóctel resultante como proyectil contra el (y lo) castellano. Seguiremos al ilustre filólogo Juan Ramón Lodares (1.959 - 2.005) según lo reflejaba en su muy interesante obra "El Paraíso Políglota".
De 1.900 en adelante cambian mucho las personas y las circunstancias. Son momentos que expresa muy bien  mosén Antoni María Alcover -que fue vicario general de Mallorca y coautor de un magno diccionario catalán-valenciano-balear publicado hace setenta años- cuando relata sus paseos por Europa en el inigualable "Dietari de l'exida de Ms. Antoni Mª Alcover a Alemania y altres nacions lány del Senyor 1907". Les cuento una anécdota del viaje: mosén Antoni se ha  ido a Alemania vestido de paisano y con un diccionario de alemán para entenderse por la calle. En su visita a la ciudad de Halle conoce al Dr. Schaedel, profesor de filología románica, quien lo invita una tarde a su casa a tomar té con pastas. Pero el Dr. Schaedel ha invitado a alguien más: se trata de un profesor de francés, el Dr. Counson, que a pesar de ser belga y enseñar francés es un entusiasta del catalán. Habrá otro invitado todavía: el Dr. Peropulos, profesor de griego. Mosén Alcover llega puntual a la cita. La señora Schaedel lo sienta entre los dos profesores de lenguas vivas y un tercer invitado, secreto hasta entonces, muy circunspecto, vestido de negro, grave y callado, del que le dicen que es el doctor de la Universidad. De pronto, entre las pastas de té, el severo doctor descubre por sorpresa, y frente a mosén Antoni, unos pedazos de pan untados de sobrasada de Vich que le ofrece a la voz de: "¡Prenga aixó, si es servit! ¿Qui, no li agrada?". ¡Albricias! El médico de la universidad de Halle se apellida Villá y es de Granollers. 

Mossen Alcover.  Gran experto en filología catalana, defendió sus variedades dialectales, y terminó enfrentado con el sector  "oficialista" de Pompeu Fabra.
Al momento, en medio de Europa, sucede una tertulia políglota donde están representados el alemán de los anfitriones, junto al francés, el griego y el catalán de los invitados. Hablan de todo. Los invitados piden con insistencia a Alcover y a Villá que dialoguen familiarmente en catalán, a ver como les suena a los demás. Acceden a ello y a todos les resulta muy armoniosa, suave y culta esa lengua. Ahora les piden que hablen en español, a ver qué pasa. Hablan en español y a todos les parece una lengua muy áspera, dura, seca, demasiado metálica y eso que, advierte Alcover, Villá y él la han hablado con acento catalán, que dulcifica mucho la natural severidad que hubieran demostrado, por ejemplo, dos tipos de Valladolid.

Hay más: precisamente al profesor Peropulos, en boca de dos catalanes como Alcover y Villá, el español le recuerda al turco. Explico la indirecta que Alcover pone en boca del profesor de griego para quien no la capte: Grecia fue una provincia del Imperio turco desde mediados del siglo XV hasta 1.829, ese año, gracias a la intervención de Francia, Gran Bretaña y Rusia, se declaró estado independiente. Pues sí, señor: España era como ese Imperio otomano caduco, que durante cuatro siglos había sometido a Cataluña, quiero decir a Grecia, a ser mero apéndice provincial, y había acogotado al catalán, quiero decir al griego, la refinadísima lengua de los padres de la cultura universal, frente al bronco español, quiero decir, frente al bronco turco. Buena comparación. Sobre todo muy justa.
El presunto protagonista de la supuesta anécdota es Antoni María Alcover Sureda (1.862 - 1.932), sacerdote, escritor y lingüista balear. Fue impulsor del Primer Congreso Internacional de Literatura Catalana, y presidente de la sección filológica del Instituto de Estudios Catalanes. De esta época de cercanía al nacionalismo es el libro arriba referido. 

Posteriormente, a la hora de fijar unas normas para el catalán, él y sus seguidores se enfrentaron al grupo liderado por Pompeu Fabra. Mientras los primeros apostaban por una gramática más tradicional y con mayor influencia de las variedades dialectales, el grupo barcelonés de Fabra la fundamentaba en el catalán oriental y propugnaba unas reglas que lo separaran lo máximo posible del castellano. A pesar de ser al principio minoritaria, esta última facción era la más compacta, y sobre todo, la que contaba con el apoyo de la recién creada Mancomunidad Catalana, presidida por Prat de la Riba. Terminó imponiéndose. Derrotado en esa incruenta aunque ferocísima batalla, Alcover retornó a su Mallorca natal, alejándose del catalanismo político. Murió en 1.932 y hoy su memoria es reivindicada tanto por pan-catalanistas como por anti-catalanistas. Lo que, bien mirado, resulta todo un logro. 

Sobra decir, por si alguien lo dudaba, que el castellano y el turco no tienen nada en común. El primero  procede del latín, y es por tanto de origen indoeuropeo. El segundo es un idioma aglutinante,  como el japonés, surgido en Asia Central y que tiende a englobarse junto a otros idiomas asiáticos en  la macrofamilia altaica. 

Lo que resulta sorprendente es el afán que demostraron ciertos nacionalistas catalanes de principios del siglo XX en trazar similitudes entre Castilla y Turquía. Y es que, en 1.903, solo cuatro años antes que Mn. Alcover publicara su "Dietari de l'exida...", el escritor Pompeu Gener ya clamaba que la España dominada por la raza castellana a lo que mas se parecía
es al Imperio Otomano, el que predomina una raza Turco-altaica, guerrera y dura, paralizada por una religión absolutista, la cual domina por la fuerza á pueblos Arios como los Griegos, Eslavos, Armenios y otros sujetos a la Sublime Puerta, capaces de progreso y de verdadera civilización superior humana. 
He ahí, pues, el fondo que subyacía tras aquella inverosímil semejanza: los catalanes como los griegos, armenios, y otros sujetos son capaces de "verdadera civilización superior humana". Los ásperos turcos y castellanos, por lo visto, no. 

El amigo lector hará bien en no subestimar nunca la capacidad de trazar paralelismos injuriosos para Castilla que posee el nacionalismo periférico.

8 comentarios:

  1. Algo no cuadra. Difícil de explicar que siendo "una civilización superior humana", hayan sido permanentemente oprimidos y aplastados por los inferiores castellanos. Una de dos, o no son superiores (ese estatus nos correspondería a otros si damos por bueno su razonamiento) o no han sido oprimidos jamás. O ambas cosas.

    ResponderEliminar
  2. Es obvio. Sería el primer caso en 5.000 años de historia en la que, si hemos de creer a los voceros catalanistas, un pueblo tan pobre, torpe, zafio, ignorante, ineficiente, gandul, y venido a menos como Castilla acogota a otro, si hemos de hacer caso a los voceros catalanistas, tan inteligente, valiente, próspero, rico, productivo, honrado y heroico como el catalán. ¡Y lo mantiene así subyugado durante siglos! ¿En que cabeza cabe?. Oye, pues muchos se lo creen a pies juntillas...Gracias por tucomentario.

    ResponderEliminar
  3. Buen artículo. Pero hay un error de bulto: el castellano no viene del latín. Un saludo! y viva Castilla,

    ResponderEliminar
  4. Qué tiempos aquellos en que las tesis racistas estaban "científicamente" demostradas...

    En detalles como este se puede ver que los catalanes de entonces ya estábamos a la vanguardia del pensamiento actual y a nivel europeo, ¡incluso en lo que respecta a la xenofobia!

    Lo cual no me hace nada feliz...

    Jeipi

    ResponderEliminar
  5. Por cierto, me gustaría saber si el profesor Peropulos no había oído nunca hablar a los judíos sefardíes, que entonces eran muy abundantes en el Imperio Otomano, y si aquel lenguaje también le parecía turco. Pero nunca lo sabremos.

    Jeipi

    ResponderEliminar
  6. La anécdota alemana de Mossen Alcover se hace deliciosa contada por Unamuno en algún discurso que dió en Mallorca, en fragmento de su libro "En la calma de Mallorca" y sobre todo en un genial artículo de don Miguel, en la revista Nuevo Mundo el 18 de agosto de 1926 bajo el título "El castellano de Mossen Alcover" Es genial. Un saludo y felicidades por tu blog.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por su comentario. He leido el artículo de Unamuno que señala, "El castellano de Mossen Alcover" y es ciertamente genial. Cuando Alcover añade al final "¡Y los castellanos tan gozosos con la armonía y la suavidad de su lengua! Pero resulta que son ellos solos los que así la encuentran" muestra claramente sus prejuicios anticastellanos. El artículo se puede leer online aquí: http://gredos.usal.es/jspui/bitstream/10366/80720/1/CMU_4-200.pdf

      Eliminar