jueves, 11 de junio de 2015

Castellanofobia: La Cueva Céltica


Pero el predominio absoluto del elemento étnico europeo y nórdico en la población gallega tenía para Murguía una significación capital: venía a representar para él la superioridad de la raza gallega por encima de todas las demás de la Península.
Vicente Risco. Manuel Murguía


La Cueva Céltica es el nombre que recibió una famosa tertulia coruñesa que se reunía a finales del siglo pasado en la librería de Uxio Carré Aldao. Sus componentes, pioneros del regionalismo gallego, tenían otra cosa en común: una notable celtofilia, atracción irrefrenable por la historia y la cultura de los antiguos celtas, a los que consideraban antepasados directos de los modernos gallegos. Por eso, aunque en un principio el nombre de la tertulia les fue asignado como un sarcasmo, los contertulios no tardaron en  adoptarlo. 

Ciertamente, para cuando la celtomanía llegó a la librería de Carré tenía ya tras de sí una larga trayectoria. En 1.765 el escritor escocés James Macpherson publicó "Los Trabajos de Ossian", una supuesta recopilación de poemas épicos de un bardo del siglo III. En realidad se trataba de un refrito de algunas viejas leyendas gaélicas que Macpherson había reformulado y adaptado al gusto moderno. Pese a que ya desde el primer momento surgieron serias dudas sobre la existencia de Ossian y la autenticidad de sus poemas, lo cierto es que el éxito fue apoteósico. No en vano sintonizaba  con el naciente  movimiento romántico, que se complacía en recrearse en todo lo antiguo, misterioso y sentimental. El arcaico mundo celta, del que en realidad bien poco se sabía, venía como anillo al dedo, pues se prestaba estupendamente a que cada cual rellenara todo lo que se desconocía con su propia imaginación.

Busto dedicado en La Coruña a Manuel Murguía, padre del regionalismo gallego y uno de los principales propagandistas del celtismo en aquella tierra.

El celtismo arraigó pues con fuerza en buena parte de  Europa occidental, y aunque su popularidad ha ido sufriendo altibajos según las modas y los países, y muchos de sus presupuestos han sido desechados por la moderna historiografía, sobrevive en nuestros días, por lo menos en ciertos lugares. Y sigue contando con defensores apasionados. En lo que respecta al asunto que abordamos aquí, creemos que basta con transcribir el siguiente clarificador texto  del reconocido historiador gallego Ramon Villares: 
La consideración de que la población antigua de Galicia y, más concretamente, la que habitaba los castros era de raza celta es una tradición que, después de haber sido hegemónica en la literatura y en la historiografía, sigue viva todavía hoy en la cultura popular. Este arraigo del celtismo tiene su origen en diversas fuentes literarias. En el texto de Rufo F. Avieno se alude a los saefes celtas que habrían desplazado a la pacífica población oestrymnia. Otros autores, como Mela, Estrabón o Plinio, sitúan constantemente a los celtici como ocupantes del noroeste de Iberia. Pero, además de estas referencias literarias, el celtismo consiguió tal fortuna historiográfica debido a que historiadores románticos, y más tarde poetas de inspiración épica como Pondal situaron a los celtas como principal mito fundador de la nacionalidad gallega. El ejemplo más destacado lo proporciona el historiador Manuel Murguía, quien, en su Historia de Galicia (1.865), considera a la raza celta como elemento central en la definición de la nación gallega, convirtiéndose así el celtismo y su dimensión racial aria en una fundamentación mítica antes que histórica de la identidad política de Galicia. Pero si este recurso al celtismo es legítimo y coherente en la obra de Murguía y en el contexto romántico en que aparece, no puede sostenerse en la actualidad esta exclusividad céltica de la población de los castros. De hecho, los testimonios arqueológicos e incluso lingüísticos de la presencia celta en Galicia son bastante débiles.  
Acerquémonos un poco más a la figura de los dos autores citados,  los más famosos integrantes de nuestra tertulia: el historiador Manuel Martínez Murguía (1.833-1.923) y el poeta Eduardo González-Pondal (1.835-1.917). 

Para el primero, personaje básico en el desarrollo del galleguismo, y marido de la famosa poetisa Rosalía de Castro,  no existe la menor duda de que Galicia es un pueblo de rancio abolengo celta:
El día en que las tribus célticas pusieron el pie en Galicia y se apoderaron del extenso territorio que componía la provincia gallega, a la cual dieron nombre, lengua, religión, costumbres, en una palabra, vida entera, ese día concluyó el poder de los hombres inferiores en nuestro país. Fuesen o no, fineses o gente más humilde todavía, de color amarillo, lengua monosilábica y vida intelectual rudimentaria, tuvieron que apartarse y desaparecer. (...) El celta es nuestro único, nuestro verdadero antepasado.
Pero lo malo no es que Murguía se empeñe en vincular galleguidad y celticidad. El problema es que utilice esa presunta celticidad como argumento racista para certificar la superioridad de un pueblo, el suyo, sobre los demás.  Veamos algunos ejemplos:
[El pueblo gallego] por el lenguaje, por la religión, por el arte por la raza está ligado estrechamente a la gran familia ariana. 
Así, no se podrá decir nunca que el estado primero en las razas inferiores es igual al de las superiores. Viven las primeras en un estado primitivo permanente, mientras las últimas apenas le conocen cuando ya se han desprendido de sus cadenas. Hay más.  El ario en sus comienzos es superior al negro en todo el esplendor de su civilización posible.
Y es que esta raza [la gallega], que por una serie de circunstancias forma en España el pueblo sensato y pacífico por excelencia, digno por su misma sensatez de mejor suerte, está destinado a servir, con su cordura y pacíficos instintos, de contrapeso a las exageraciones y locuras de otros pueblos y otras razas revueltas y levantiscas, que llenas de la sangre semita que circula por sus venas, parece que viven en la civilización a despecho suyo, y que solo ansían volver a sus desiertos, a la soledad de sus tiendas y a la vida de la tribu, que es la única que les cuadra, comprenden y practican.
Dejamos al lector la fácil tarea de identificar a esos incivilizados semitas ibéricos que solo sirven para vivir en tiendas de campaña con su tribu.  Llega Murguía a veces a extremos surrealistas en sus teorías raciales, como cuando proclama ser capaz de discernir el origen étnico de los campesinos simplemente mirándoles el rostro:
Una continuada serie de observaciones, nuestra residencia en Santiago, a cuyos mercados concurren campesinos de diversas comarcas, nos han dado la certidumbre de que en el país gallego pueden marcarse con toda certeza las localidades que colonizaron los romanos, con solo atender a los caracteres físicos de sus habitantes.
Semejante afirmación provocó la lógica rechifla del historiador gaditano Antonio Sánchez Moguel (1.847-1.913). Pero D. Manuel no reculó un ápice y  continuó en la misma lamentable línea. He aquí parte de su respuesta:
Un pueblo numeroso y superior, -por ser por entero céltico, (...) por ser más germanizado (aunque parezca a algunos absurdo), y por no haberse contaminado con la sangre semita, que tanto domina en las comarcas que ama y ensalza nuestro adversario, porque son suyas.   
Cambiamos ahora de tertuliano. Eduardo Pondal  nació en Ponteceso (La Coruña) en el seno de una rica familia que había hecho fortuna en América. Estudió medicina, y aunque llego a  ejercer durante algún tiempo como médico de la Armada, pronto abandonó la profesión para centrarse en la poesía. Es autor del poema "Os Pinos" que sería adoptado posteriormente como letra del himno de Galicia.

Eduardo Pondal. Según la fotografía mucho aspecto nórdico no puede decirse que tuviera, no.

Pondal asumió gustoso el celtismo de Murguía, que terminaría representando un importante papel en su obra, hasta el punto de interiorizar el papel de "bardo de la nación gallega", a semejanza de aquellos poetas ambulantes de la Europa antigua. Ciertos aspectos de su épica poesía resultaron sin embargo bastante polémicos.  Y en lo que nos afecta, alguna de sus composiciones solo puede ser considerada como radicalmente castellanófoba, alcanzando unos extraordinarios niveles de virulencia contra nuestro pueblo. Aquí  trascribiremos, sin añadir demasiado comentario puesto que creemos que hablan por si mismos, fragmentos del poema significativamente denominado "Da Raza". Como fácilmente se puede constatar, el criterio con el  que Pondal ubica a los diferentes pueblos en uno u otro lado de la raya entre Castilla y Galicia carece del más mínimo rigor histórico. Juzguen ustedes mismos:
Nosotros somos alanos
y celtas y suevos,
mas no castellanos,
nosotros somos gallegos.
Seréis íberos, seréis del demonio.
Nosotros somos de los celtas,
nosotros somos gallegos.
Si son castellanos
si son de los íberos,
si son de los árabes
y moros, y eso
de su prosapia
los tiene contentos:
que sean quienes quieran
y  los lleven los demonios.
Nosotros somos del norte,
nosotros somos de los suevos,
nosotros somos de los celtas,
nosotros somos gallegos.
Podrán los cultos hijos
del suelo polvoriento y yermo,
alabar el ingenio
del hidalgo manchego.
Podrán alabar del manco
el estilo duro y seco,
como los frutos del espino,
de su lugar materno.
Nosotros somos de Camoens
los incultos gallegos.
Nosotros somos del Océano,
nosotros somos de los suevos,
nosotros somos de los celtas,
nosotros somos gallegos. (..)
Si acaso presumen
de sus tierras duras
de sus duras estepas
de suelo polvoriento;
si beben la leche,
y comen los quesos
de cabra y camello:
que les aproveche,
que los lleven los demonios; (...)
Vosotros sois de los cíngaros,
de los rudos íberos,
de los vagos gitanos,
de la gente del infierno;
de los godos, de los moros
y árabes; que aún 
os lleven los demonios.
Nosotros somos de los galos,
nosotros somos de los suevos,
nosotros somos de los francos,
romanos y griegos.
Nosotros somos de los celtas,
nosotros somos gallegos.

3 comentarios:

  1. Otro magnífico análisis de este blog. Los textos de Munguía y Eduardo Pondal no los comento, se comentan solos. Qué pena de versos y efectivamente el galleguismo se derrite de gusto con ellos, ¡qué nivel, Maribel! (Será de insulto, porque literario, nulo!

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  2. A ver, sobre el tema de que Galicia es o fue celta, pues es bastante evidente que en épocas muy pretéritas la cultura castreña o castrexa, como gusten ustedes, se trata de una cultura de cierto raigambre "céltico", como lo es, por otra parte su par asturiano y todas las culturas de la cornisa cantábrica. Otra cosa es la lengua que hablaran de la que nada sabemos, pero la cultura material es claramente céltica. ¿La raza? Pues eso es una chorrada tan estúpida que no merece comentario. También eran "celtas", o eso se cree, los "celtiberos" que poblaron toda la meseta norte, a los que muchos arqueólogos consideran algo así como celtas "iberizados" tras haber estudiado su cultura material.

    En todo caso, los que han estudiado el celtismo de verdad suelen afirmar que allá donde ha habido celtas ha habido, necesariamente, druidas, y teniendo en cuenta que no se ha encontrado una sola evidencia de la presencia de druidas en ningún lugar de la península, pues uno no sabe qué pensar... aunque nuestro conocimiento del druidismo es también limitadísimo, como imaginan, es un tema muy complejo. ¿Existe una cierta zona de influencia "celtica" localizada en torno al atlántico, cuya cultura material es céltica sin que necesariamente la "etnia" lo sea? Pues es lo más probable.

    Por otra parte, es injusto recordar el "racismo", por decirlo así de los escritores románticos gallegos del siglo XIX, gentes por cierto que tuvieron por mérito (y no es poco este mérito) el devolver a una lengua ostratizada durante cinco siglos, la potencialidad literaria que tenía, dado que parece que lo que se pretende es relacionar esto, de alguna manera con el nacionalismo gallego moderno. Y esto no es así de ninguna manera, si leen ustedes a Castelao, fundador del Partido Galeguista y padre del nacionalismo gallego moderno encontraran su más profundo rechazo al racismo desde el primer momento, y es que el galleguismo, en su expresión política, es un movimiento de izquierdas, como no puede ser de otra manera cuando se dio en un territorio tan pobre y con unas élites tan castellanizadas como lo era la Galicia de principios del XX.

    Un saludo

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