Muchas cosas no suceden como debieran, y la mayor parte de ellas ni tan siquiera llega a suceder. Es tarea del historiador consciente corregir estos defectos.
Mark Twain.
Siempre ha sido la Historia muy golosa para la política. La perspectiva que de los hechos pasados tenga un individuo condicionará decisivamente su visión del mundo actual y por consiguiente su adscripción ideológica y su voto. La tentación de terciar en el trabajo de los historiadores es pues muy grande.
En ese sentido, el nacionalismo catalán se ha caracterizado desde sus inicios por conceder una enorme importancia a dicha disciplina, tanto con el fin de proveerse de argumentos para sus reivindicaciones como de desenterrar motivos para su victimismo. No casualmente la nómina de historiadores catalanes (mas o menos nacionalistas) ha sido y sigue siendo inmensa, desde Bosch Gimpera y Vicens Vives a Josep Fontana, además de muchísimos otros de menor relieve. Todos ellos han influido sobremanera en la forma en la que la historia de España se ha estudiado e interiorizado, no solo en Cataluña, sino en el conjunto del Estado.
Pero conforme la sociedad catalana ha ido escorándose hacia posiciones soberanistas, parece que una parte de su historiografía ha optado por ir aun más lejos, subiéndose entusiasta a la ola patriótica y perdiendo de paso cualquier atisbo de veracidad. Hoy vamos a centrarnos en el conocido Institut Nova Historia y en su fundador y máximo agitador, Jordi Alsina i Bilbeny.
En ese sentido, el nacionalismo catalán se ha caracterizado desde sus inicios por conceder una enorme importancia a dicha disciplina, tanto con el fin de proveerse de argumentos para sus reivindicaciones como de desenterrar motivos para su victimismo. No casualmente la nómina de historiadores catalanes (mas o menos nacionalistas) ha sido y sigue siendo inmensa, desde Bosch Gimpera y Vicens Vives a Josep Fontana, además de muchísimos otros de menor relieve. Todos ellos han influido sobremanera en la forma en la que la historia de España se ha estudiado e interiorizado, no solo en Cataluña, sino en el conjunto del Estado.
Pero conforme la sociedad catalana ha ido escorándose hacia posiciones soberanistas, parece que una parte de su historiografía ha optado por ir aun más lejos, subiéndose entusiasta a la ola patriótica y perdiendo de paso cualquier atisbo de veracidad. Hoy vamos a centrarnos en el conocido Institut Nova Historia y en su fundador y máximo agitador, Jordi Alsina i Bilbeny.
Dibujo de "El Roto" publicado en El País. Levantó ampollas en el multitudinario gremio de historiadores catalanistas.
A nosotros nos parece tremendamente certero.
A nosotros nos parece tremendamente certero.
Entre las asociaciones dedicadas a pregonar una visión histórica cada vez más nacionalista que han proliferado de un tiempo a esta parte, podríamos citar al Cercle Catalá d'Historia, Centre d'Estudis Colombins, Fundació d'Estudis Historics, y el ya mencionado Institut Nova Historia, que no es sino una escisión de la anterior, (que a su vez lo es del anterior). Dicho Institut, comandado por el inefable Jordi Bilbeny, parece haber comido mucho terreno a sus rivales. Y es que, aunque las subvenciones de las instituciones públicas catalanas son generosas y la atención de los medios de comunicación permanente, la competencia también es dura. Lograr impacto mediático resulta determinante para acaparar unas y otra. Y Bilbeny, con buen criterio, debió pensar que puestos a soltar disparates, cuanto más gordos mejor.
El tema favorito de todo ese mundillo de la pseudohistoria ultranacionalista es la reivindicación de la catalanidad de Cristóbal Colón. De manera bastante sorprendente compaginan el tradicional desprecio a la conquista y colonización de América (como a cualquier otro episodio del pasado de Castilla), al que consideran un hecho vergonzoso y lamentable, con un entusiasmo exacerbado ante la mera posibilidad de que Colón fuera catalán y Cataluña protagonista. Curioso cuando menos.
Pero Bilbeny y su cuadrilla, luciendo un desparpajo inaudito, van mucho más allá. Para ellos cualquier gesta o gloria cultural castellana pertenece en realidad a los "países catalanes". He aquí alguno (y nadie duda que serán muchos más en el futuro) de estos misteriosos casos de catalanidad sobrevenida:
- Miguel de Cervantes. Su verdadero nombre era Joan Miquel Servent, hijo de Miguel Servet (el quemado por los calvinistas en Ginebra). Han descubierto que cuando escribía sobre la Mancha se refería a los alrededores de Jijona.
- El autor de La Celestina. No sería Fernando de Rojas sino Joan Martorell. La tragicomedia tampoco estaría ambientada en Salamanca como se creía, sino en Sagunto.
- El autor del Lazarillo de Tormes. La prueba es que en el libro se habla de huertas frescas y estas, dice Bilbeny, son más propias del área mediterránea que de Castilla, por lo que, lógicamente, el Lazarillo debió de haber nacido en la población valenciana de Tormos, en vez de en el río Tormes. Sí, ese es el nivel.
- Santa Teresa de Jesús. Que se llamaba en realidad Teresa Enríquez de Cardona, y era abadesa del monasterio de Pedralbes.
- Toda la poesía de Quevedo. Resulta que no es de Quevedo. La escribió el Rector de Vallfogona.
- La literatura castellana del Siglo de Oro. Lo que hasta ahora pensábamos que eran obras maestras de la literatura universal no son sino malas traducciones de originales en catalán. Desgraciadamente dichos originales permanecen todos perdidos y nadie los encuentra. Pero ya aparecerán, ya.
- El Gran Capitán. No es otro que Joan Ramon Folc IV de Cardona y Urgell, por mucho que un individuo llamado Gonzalo Fernández de Córdoba se atribuyera sus éxitos.
- Cristóbal Colón. Un clásico del revisionismo catalán. Ahora nos enteramos de que además de ser (faltaría más) catalán de pura cepa, trabajaba como embajador de la Generalitat, salió a descubrir América desde el Ampurdán y fue el padre de Erasmo de Rotterdam. Una vida muy bien aprovechada.
- Hernán Cortes. Su verdadero nombre era Ferran Cortès, por si alguien lo dudaba.
- Francisco Pizarro. Siendo pariente del anterior, no iba a ser uno catalán y el otro no. Este además era hijo de una amante de Fernando el Católico. Es verdad que hay que hacer malabarismos para catalanizar su apellido, (Francesc Pinós de So i Carròs) pero a estas alturas ¿qué más da?.
- Fray Bartolomé de las Casas (Bartomeu Casaus), los hermanos Pinzón (els germans Pinçó), Diego de Almagro (Jaume D'Aragó Dalmau), Américo Vespuccio (Americ Despuig)...
- El descubrimiento de América en general.
- El descubrimiento de Australia en general.
Jordi Alsina i Bilbeny "historiador" catalán especialista en desenmascarar supuestas conspiraciones sin pruebas y en catalanizar apellidos de personajes históricos sin su permiso.
Naturalmente, una cosa es proclamar que tal o cual personaje es catalán y otra muy distinta demostrarlo. Bilbeny y sus compinches suelen jactarse de manejar gran cantidad de documentos y de hecho los citan continuamente. A tenor de las veces que la repiten en cada entrevista, "documentación" parece ser su palabra fetiche. Solo hay un problema. Esa montaña ingente de "documentación" de la que siempre presumen nunca jamás prueba nada: papeles sacados de contexto, que a menudo ni siquiera hacen referencia a la cuestión que se está estudiando, y que solo a una mente calenturienta y fanatizada se le ocurre relacionar con la misma. He aquí un ejemplo de la "profundidad" de sus argumentos:
Si el descubrimiento lo hace Castilla ¿por qué entra arruinada en el siglo XVI?Primero, habría que aclarar que el siglo en el que entra arruinada no es el XVI sino el XVII. Y segundo, informarle del motivo: la Corona la exprimía a impuestos, tal y como consta en todos los registros de cuentas de la época y como reconocen todos los historiadores serios, incluidos los catalanistas. El dinero se esfumaba, además de para sostener los intereses europeos de los Habsburgo, en defender los territorios de la corona "Catalanoaragonesa", que los franceses atacaban constantemente por tierra y los piratas berberiscos por mar. Entre tanto Cataluña, privilegiada con un régimen fiscal que hoy llamaríamos "asimétrico", se aprovechaba todo lo que podía de los beneficios que proporcionaba el Imperio, al tiempo que se desentendía de su defensa y conservación. No había peligro de que ella se arruinara, no.
Pero por supuesto, nada arredra a los heroicos combatientes contra la "falsificació" de la Historia. Paradójicamente, insisten en que la falta de pruebas de sus aseveraciones es la prueba definitiva de que tienen razón. Siendo manifiestamente sus teorías certísimas y evidentísimas, el hecho de que no se puedan probar lo único que demuestra es que, clarísimamente, durante siglos, (al menos desde los Reyes Católicos), ha habido (y aun sigue habiendo), una sibilina conspiración castellana para destruir y falsificar las evidencias. Cierto castizo expresó así en su blog el método infalibre que Bilbeny y Cía. utilizan una vez tras otra para demostrar catalanidades:
España y Francia, en una supuesta conspiración de la que no tengo pruebas, se dedicaron a apropiarse de nuestro patrimonio cultural catalán, aunque no existen pruebas algunas de ello. Me he inventado unos cuantos pretextos circunstanciales que prueban sin duda alguna que tal señor era catalán. Y si no hay pruebas que confirmen mi teoría, es porque la conspiración españolista y francesa se ha dedicado a eliminar todo tipo de pruebas. Por lo tanto, es irrefutable lo que yo digo. Y si no está usted de acuerdo, es porque es usted parte de la conspiración españolista.
¿Cómo quieres que un pueblo degenerado de cuatro campesinos muertos de hambre que malvivían entre matorrales hicieran el Siglo de Oro?
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Hay que incorporar una perspectiva fría, serena y argumentada, ¡esto no tiene nada que ver con el nacionalismo!
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